18.1.11

Capítulo 1.

-¿Enserio?- preguntó emocionada.
-En serio-confirmó con una sonrisa al ver de aquella forma a su hija.
-¡Que bien, voy a tener un gato...!-cantaba por toda la casa.
-Pero tendrás que cuidarlo, darle de comer, limpiarlo...
-Sí, papá, lo que haga falta para tenerlo.-dijo cruzando los brazos y mirando al techo.
Se encontraban en una pequeña cabaña dentro del terreno de la familia Xaver, una familia de nobles a quienes servían, aunque su hija solo había tenido contacto con la señora de la familia.

Kristin Almender era una chica de ocho años, cabellos rubios y ojos verdes como la hierba. Era ella quien se encargaba de cuidar la casa mientras sus padres trabajaban en la mansión. Aquella familia de nobles los habían ayudado desde que llegaron a la ciudad de Zacxayu hacía un año. Ellos venían del norte, de Alxadi, de las montañas nevadas todos los días del año, y donde la nieve siempre era recibida inesperadamente.

 La idea de mudarse a otra ciudad le había encantado en un principio, pero la distinción que se hacía entre los nobles y los plebeyos no acababa de gustarle. No salía de su casa, siempre estaba encerrada en la cabaña, viendo por la ventana el cuidado césped de la familia Xaver, todo parecía tan inmaculado que daban ganas de estrenarlo.

  El día era espléndido, nada cubría el cielo excepto el celeste y los rayos del sol. Para cuando la chica se despertó sus padres ya no estaban en casa, el desayuno estaba preparado y de nuevo volvía a llenarse de aquel sentimiento de soledad. Se quitó de encima la manta y fue a por su desayuno. De nuevo vio aquella hierba, llamandola para que descubriera algo nuevo fuera de su casa. Sacó la cabeza por la ventana y miró a su alrededor. No había nadie. Cogió su calzado y abrió la puerta de la cabaña, parecía que el sol le daba la bienvenida al mundo exterior. Corrió hacia delante perdiendose entre los pequeños arbustos hasta que vio frente a sí agua. Era un pequeño estanque rodeado de altos árboles y maleza. Un escondite perfecto. Se quitó sus zapatos y se sentó al borde des estanque, introduciendo poco a poco sus pies en el agua. Le gustaba aquella sensación, le hacía sentirse bien. Apoyó sus manos en la fría hierba y echó su cabeza hacia atrás.
-¡Ahhh!-gritó. Se había encontrado con el rostro de un chico a su espalda, mirandola detenidamente.
-¡¡Shh!! No grites o nos van a pillar aquí.-murmuró mientras le tapaba la boca.
-¿Quien eres tú?-preguntó la chica aún asustada.
Kristin miró sus vestimentas. Claramente, no era como ella. El pañuelo que llevaba parecía de seda…
-Vaya, así que no me conoces...-murmuró extrañado.
-¿Eres familiar de la familia Xaver?-preguntó intrigada.
-Así es-confirmó.-Soy...
De repente, un hombre mayor apareció entre los arbustos, casi asfixiado y con mirada asesina sobre el chico.
-Señorcito Alexander, ¿dónde se había metido? Tenemos que marchar ya.-decía alterado el hombre.
-Vale, vale-respondió algo apurado éste.- encantado de conocerte, Kristin.
¿La conocía? Pero si ella no lo había visto en su vida. Habría sido cosa de sus padres el hablarle de ella. Cuando ya pensaba marcharse, el chico se dio media vuelta para volverla a mirar.
-Por cierto, felicidades.- Le dejó ver una hermosa sonrisa.
No dijo nada mientras aquel niño se alejaba divertido con aquel hombre. ¿Alexander? No tenía ni idea de quien era, pero cuando estuvo demasiado lejos, dejó salir entre sus labios un leve “gracias”.

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