19.1.11

Capítulo 2.

Tal y como le prometieron sus padres, le regalaron un gato. Aún seguía preguntándose cómo aquel niño supo que el día en que se vieron, era su cumpleaños.
-Mamá, ¿conoces al señorito Alexander?-preguntó Kristin con el gato entre sus brazos.
Su madre se giró para mirarla y le sonrió.
-Así es. Es el hijo de la señora Xaver. Lo que me pregunto yo es, ¿cómo sabes tú del señorito?
Kristin apretó los labios y se los mordió. No tendría que haber dicho nada.
-Verás… es que… -apretaba al gato fuertemente buscando alguna excusa.
-Marilin, ven un momento…-dijo su padre mirando por la ventana.
Comenzaron a susurrar algo que Kristin no llegaba a entender, con la mirada fija en el jardín. Ambos se miraron, no parecían contentos. “Ahora vuelvo” dijo su padre. Marilin volvió con su hija de nuevo, e intentó sonreír, forzadamente.
-Bueno cariño, es hora de irse a la cama, ¿no?-le dijo con dulzura.
-Pero.. si es temprano… ¿Dónde ha ido papá?
-Va cariño, se buena, y duérmete ¿vale?
Soltó al gato, cogió las sábanas y mantas de encima de la mesa y se fue a la habitación acompañada por su madre. Ambas se arroparon, Kristin cerró los ojos.
-No sé si voy a poder dormirme, porque es aún muy temprano…
-Tú quédate así, y no pienses. Verás que rápido comienzas a soñar.-le apartó un mechón de la cara y le besó la frente.- Mamá te quiere mucho, Kristin…-Fue con esas palabras con las que se despertaría a la mañana siguiente, pero de nuevo a solas.

Le despertaron los rayos de sol entrando por su ventana. Se levantó rápidamente y comenzó a buscar a su gato. Había desaparecido. Se puso su calzado, y una vez más, salió a pisar aquel verde césped.

-¿Kristin?-preguntó una voz femenina
La chica se dio media vuelta y miró a aquella bella mujer. Su pelo era largo y de un color rubio, que brillaba como los destellos de sol.
-Señora Xaver... Lo siento, se que no debería estar en esta parte de la parcela, pero... Mi gato...- decía nerviosa a la misma vez que avergonzada.
-Tranquila, Kristin... ¿Lo has encontrado?-preguntó interesada.
-No, no esta...-murmuró.
Uno de los sirvientes, se acercó a la mujer y le murmuró algo al oído.
-Espera un momento aquí, ahora vuelvo.-dijo la mujer con una sonrisa y yendo detrás de los arbustos, en dirección a su pequeña cabaña.
-Buenas tardes Kristin.-saludó el joven Alexander apareciendo tras su espalda.
-Ho-Hola, señorito Alexander.-saludó con una leve reverencia.- ¿Cómo está?
-Normal.-contestó.-Supongo que no sabes que soy de salud débil.-explicó con una gran sonrisa.
-No...no lo sabía.
El chico se acercó mas al rostro de la chica y entrecerró sus ojos.
-Poca gente lo sabe.-comentó.-Por eso casi nunca salgo de casa.-explicó.
-Ah... Vaya...-murmuró la chica mirando hacia otro lado.
-Dime...-comenzó apartándose de ella.- ¿Qué ocurre en tu casa?
-¿En mi casa?-preguntó mirando dirección a ella.
Los dos chicos, fueron a mirar tras los grandes arbustos. Asomaron sus cabezas y vieron como los padres de Kristin, hablaban con unos hombres que vestían de uniforme. La madre de Alex, hablaba con ellos. Los ataron de manos y los condujeron hacia algún lugar tras la cabaña de estos, donde estaba la otra entrada a la propiedad. La mirada de Kristin, se cruzó con la de su madre, la cual murmuró un "lo siento", algo que su hija entendió perfectamente.
  Intentó echar a correr en aquella dirección, pero Alex la retuvo.
-¿Estás loca?-le preguntó.
-Se llevan a mis padres, y ni siquiera se quienes son esos tipos...-decía la chica mientras contenía sus lágrimas.
-Esos tipos forman parte de la policía de la ciudad, Kristin.-comentó el chico.-Y algo han tenido que hacer tus padres para que se los lleven...
-Mis padres no son malas personas si es a lo que te refieres.-dijo alterada la joven.-¡Suéltame!-exclamó.
-No puedo solt...
No le dejó terminar cuando rápidamente le abofeteó haciendo que la soltara. Corrió hacia ellos, gritando, hasta que finalmente, llamó su atención.
-¿Y esta niña?-preguntó uno de los hombres.
La señora Xaver paró a la chica; la sujetó del brazo y posó su otra mano en su hombro.
-Es mi hija, es solo que está un poco nerviosa.-contestó esta.
-Extrañas vestimentas para ser una noble...-objetó el otro guardia.
-¿Su hija?¿Una noble?¡¿De que hablan?!-preguntó la chica
-No la tengan en cuenta. Es solo que está nerviosa, no sabe ni de lo que habla...-mintió la mujer.
Siguieron caminando hacia la entrada trasera de aquella gran parcela, mientras Kristin seguía retenida por aquella mujer. Cuando sus padres se perdieron de vista, se dejó caer rendida sobre la hierba.

 Volvió a abrir sus ojos. Un destello de luz hizo que los entrecerrara de nuevo. Se llevó una mano a la frente, y se incorporó en su cama. Deslizó su mano por su rostro y seguidamente la llevó a la parte izquierda de su pecho. Su corazón palpitaba fuertemente.
Llevaba puesta su ropa interior, y sobre ella, un camisón de color rojo, un poco transparente.
Se miró al gran espejo que se encontraba en frente de ella, vio sus rubios cabellos algo despeinados sobre sus hombros. Suspiró.
-Solo ha sido un sueño... No me gustaría volverlo a vivir...
Dieron dos golpes en la puerta y la abrieron.
-Le traigo el desayuno, señorita Kristin.-dijo la sirvienta.
-Gracias, Marilin.
Cogió la bandeja que le traía y cerró la puerta. En esta, venía una pequeño papel plegado bajo el vaso de zumo. La cogió y dejó la bandeja en su escritorio.
"Cuando termines de desayunar, pásate por mi habitación, tengo que hablar contigo urgentemente."
Alex.

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